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En el Kilómetro 450

En pleno desierto y con temperaturas bajo cero, la cabalgata entre Arica y Santiago sigue su marcha conforme al plan trazado.
Autor:

Texto y fotos Vicente Pérez

Cuando los jinetes traspusieron la línea de la Concordia para hacer su entrada a suelo chileno desde la tierra de nadie que separa Chile de Perú, la bandera de los criadores que traía colgada al estribo el jinete Tristán Hermosilla se vio tan grande como la Chilena que portaba Sergio Rodríguez. Allí, en la línea que marcaba la entrada a Chile los esperaban los huasos del Club de Rodeo Arica con su alcalde y club de cuecas para darles el primer esquinazo que hizo apearse de la Huelequén Norteña a Tano hermosilla para bailarse tres pies de cuecas con un aro largo de chica en cacho para volver a montar hasta cruzar Arica y subir al morro glorioso donde lo esperaba la Caballería Chilena, la misma que desembarcó en Pisagua y que cargó por primera vez en Pampa Germania para volver invicta.

 A tranco de chilenos ingresando por la puerta norte al país.

 "Huaso y soldado montado son una misma cosa" dijo uno de los oradores al despedir a nuestros jinetes que cabalgan rumbo al sur. Tenía razón, pues lo sucedido en el Morro de Arica se repitió en Pampa Germania donde el Ejército de Chile recibió a estos huasos peregrinos con formación de honor. Allí en esa tierra conquistada con sangre noble, estos jinetes entraron al galope de oeste a este, al igual que la inmortal caballería de antaño, siendo recibidos por unidades blindadas, infantes y caballería, llenándonos el alma de Chilenidad y orgullo de huasos hasta el quebranto.

 Emotiva fue la despedida a los aventureros en el Morro de Arica.

Nunca habían cantado la Canción Nacional con más garra, a voz ronca, de hombre de campo que se confundió con el parafraseo del entonar militar seco y claro.

Un aro y un abrazo de soldados y huasos para seguir rumbo al sur para detenerse en Humberstone, antigua oficina salitrera desierta hasta de fantasmas para comer y forrajear los seis mancos.

 Hermosilla y Rodríguez se despiden de la plaza de armas de Arica.

De ahí la cabalgata debía hacer otros 40 kilómetros para arribar a Alto Hospicio, en donde el Club de Huasos montó para salir a su encuentro y escoltarlos hasta sus pesebreras. Allí un asado, algo de música unos brindis largos con los huasos que brindaron todo su cariño.

Al día siguiente los jinetes Hermosilla y Rodríguez volvieron a ensillar y acompañados de los mismos huasos que les brindaron hospedaje hicieron su entrada a Iquique donde los recibiría el alcalde Jorge Soria. Tras un acto cívico, la caravana de huasos se dirigió al Centro Ecuestre Tarapacá en donde descansó dos días.

 Aún más de dos mil kilómetros de camino los esperan.

Los jinetes reanudaron su marcha por las calles de Iquique el jueves 31 de julio para llegar a la Plaza Prat donde la comunidad de la ciudad tierra de campeones les dio su despedida. Allí se congregaron autoridades, Ejército, Armada, Aviación y Carabineros junto a colegios para frente al teatro Municipal decirles adiós a los jinetes y sus caballos que acompañados de una treintena de huasos de Iquique tomó la avenida Prat rumbo a Tocopilla, siendo despedidos en un aro en el camino a unos 10 kilómetros en un restaurant llamado El Corralero cuyo dueño no había visto nunca tantos huasos juntos.

 Iquique los reconoció a su paso por la capital de Tarapacá.

Tras los abrazos emocionados vino la soledad de la pampa, ahora a orillas del mar con el viento salado y la brisa de la tarde que recortaba sus siluetas como un arreo de fantasmas que a su estribo izquierdo sujetaban la pampa y al derecho el mar.

La cabalgata viene acercándose a tranco firme, a tranco de chilenos, ese que golpea fuerte el suelo que sostiene el orgullo de ser huasos, aquel que prometió bailar una cueca para el 18 en la Plaza de Armas y correr un toro en la Chilenidad en los mismos mancos que anduvieron 2157 kilómetros.

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