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Entremos las patas... pero bien

Revise la columna de opinión de Arturo Lavín.
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Entremos las patas... pero bien.

Por Arturo Lavín Acevedo. Envíe sus comentarios a editor@caballoyrodeo.cl

Recién volviendo de Rancagua no puedo dejar pasar un hecho que con quién conversé sobre el tema me encontró la razón. El movimiento a la rienda, disciplina básica en el arreglo de caballos, según la escuela de equitación guasa, está con problemas. Es cierto que hoy hay más cultores que hace algunas décadas, cuando Ricardo Ibáñez Letelier, director de la Federación por ese entonces, acuñó la frase que lo hizo famoso, aparte que cómo criador (Santa Nieves) y corredor. En las reuniones de la Federación, ?Callica" siempre decía: "¿Y la rienda señor presidente?".

Bueno... pasó el tiempo, se mejoraron los estímulos y aparecieron los cultores, en cantidad relativamente satisfactoria. Esto de los estímulos fue fundamental, ya que cuando se trató de hacer por obligación fue un fracaso. Si queremos más rienda habría que mejorar los estímulos en los rodeos, ya que en los Clasificatorios y en el Campeonato Nacional, este problema está superado. El problema es que aumentaron los cultores, pero desaparecieron los jurados.

No es mi ánimo criticar por criticar, ya que a todos los que asumen esta labor hay que felicitarlos. No es fácil ser jurado y exponerse a la crítica de medio pelo, tan común en el ambiente. Por eso, con el respeto que me merecen todos los que han sido jurados en estos últimos años, quiero exponer un problema de base. Es cierto que en una final a medialuna llena, con un público mayoritariamente ignorante, pero muy dado a ungir "candidatos populares" al triunfo y más preocupados de lo efectista que de lo efectivo, es más cómodo seguir la corriente y así, según mi opinión, se han ido subiendo los puntajes asignados, sin el merecimiento técnico que ello debiera tener.

Un jurado es como un profesor o como un juez. Está enseñando en cada fallo. Y aquí quisiera hacer mi primera sugerencia. Los jurados debieran explicar públicamente sus fallos. Hoy con los micrófonos inalámbricos es muy fácil de hacer, tal vez no tan fácil de asumir. Creo que si al público se le explican las razones del porqué de cada fallo, se lograría un buen nivel de aceptación.

Pero vamos a lo medular. La inclusión de la morfología es un pequeño pero importante problema. No creo, y si estoy equivocado corríjanme, que quienes juran la rienda hayan alguna vez sido jurados de una exposición o competencia morfológica. El problema es que se le asignan 10 puntos, lo que puede marcar la diferencia en el resultado final. Además, para jurar la morfología debieran estar los caballos desensillados, para poder hacerlo bien. Colijo que esto lo deben hacer en forma previa. Puede ser. Mejor si lo hiciera un experto. Pero... quién explica porqué un caballo tiene 9 puntos y otro 4. Nadie. Es decir ya en la primera prueba pasamos piolitas. Advierto que estoy hablando sólo por lo que se ve, por lo que supongo que a los participantes alguien les dará una explicación. Si es así, debiera hacerse extensiva al público. En este caso sugeriría bajar el total a unos 5 puntos, lo que permitiría explicar mejor los resultados, al igual como el secretario explica cada una de las bases de las otras pruebas. Aquí se podría establecer una calificación simplificada: 1 por pésimo; 2 por malo; 3 por regular; 4 por bueno y 5 por excelente. Creo que lo entendería mejor hasta el más neófito y no influiría tanto en el resultado de una competencia de habilidad y no de belleza.

Los andares. Me parece correcto que se haya incluido esta prueba. Si que habría que explicar el resultado por cada componente: Marcha, tantos puntos, trote, tantos y galope, tantos. Así se podría identificar donde falló cada participante. Pero no dar una calificación al bulto donde nadie percibe que se hizo bien y que se hizo mal.

Ahora vamos a "dentrar" a lo complicado. Entrada de patas y parar. Una entrada de patas es "una desnalgada en velocidad terminándola con una parada".  Es decir, pasar de movimiento máximo a movimiento cero. Analicemos. La entrada de patas en sí, no siempre pero generalmente, se hace más o menos bien. Pero hay dos problemas que los jurados debieran considerar al momento de puntuar y que normalmente lo pasan por alto. Uno es la enfrenadura. Es decir, el caballo lanzado en velocidad debe parar porque el jinete, mediante las ayudas, le imparte esa orden. Pero lo común de ver es que el caballo para porque le "duele el hocico" y, para aliviarse, abre la tarasca y fija la vista en las estrellas. Claro, nunca va a poder ver las reales, porque es de día, así que solo puede ver las que le causa el machucón del bocado en el hocico. Esto debiera puntuarse, castigándolo. A más tarasca abierta menos puntos, por falla en la enfrenadura. Lo otro es el asunto de la parada. Terminada la desnalgada, el caballo debiera permanecer quieto, casi estatuario, y no dar una exhibición de charleston, fox trot o chachacha, bailando como niña en fiesta, mientras espera la orden de tomar la carrera en el otro sentido. La quietud final también debiera considerarse como parte del arreglo a la boca o doma de la cabalgadura. Como recomendación me atrevería a sugerir que se dieran el tiempo de ver las pruebas de doma vaquera en España.

La Troya y el Ocho. Juntémoslas. En estas pruebas se exige evoluciones circulares con dimensiones prefijadas. Así, el secretario explica que la Troya se debe realizar en un círculo de más o menos 6 metros de diámetro. ¿Qué pasa? Que algunos parece que están trillando a yegua suelta en l?era y casi ocupan todo el ruedo para los giros. Pa'que vamos hablar de mantener la huella. Si pudiéramos marcársela a cada jinete estoy seguro que parecería como una o hecha por un cabrito que está recién aprendiendo a tomar el lápiz, toda borronienta. Esto vale. Porque está implícita la firmeza en la postura de la pata que marca la vuelta. La uniformidad del recorrido demuestra, otra vez, la calidad del arreglo. Si no es uniforme es porque el caballo no va haciendo algo que ya sabe de memoria, es decir, no está arreglado, sino que va siguiendo lo que el jinete le va ordenando en el momento. Es decir, el caballo no ha aprendido a fijar la pata, solamente está acostumbrado a seguir las riendas. En el Ocho, pasa algo parecido. Claro... alguien podrá decir que el ocho tiene un circulo más chico arriba y otro más grande abajo, si, puede ser. Pero una vez que se hizo la primera pasada, la segunda debiera ser ide, si no, es que esta mal. En los cambios de mano, en general, no he visto muchos problemas.

El volapié. Aquí si que queda la tendalá. Es cierto, en la historia, la mía por supuesto, creo haber visto a no más de tres o cuatro jinetes hacerlo bien. Claro... no tuve el privilegio de ver a Don Chuma Celis, ni a Manuel Faúndez, pero si vi a Segundo Zúñiga, a Remigio Cortés y, especialmente, a Don Chanca. Esta prueba tiene su entronque en algo que también alcancé a ver. El trabajo con animales en el campo. Les explico:

Cuando se arreaba piños  a potrero abierto, lo común para facilitarlo, era hacerlo "orilla e'cerca". Así los que costillaban tenían que impedir que los animales rajaran monte adentro, tarea que se les daba a los más "de a caballo", mientras que los que culateaban tenían que arrear tratando que el piño no se estirara. Si un animal se desmandaba dos jinetes lo seguían, siempre se trabajaba en colleras, uno tratando de volverlo al piño y el otro cuidándole la culata al d'ialante. Si el guacho se volvía hacia atrás para buscar la pasada entre los dos jinetes, le tocaba asumir la mano al culatero y el d'ialante tenía que volver, ojala, en un puño e'tierra, para, a su vez, tomar el papel de culatero. En este trabajo vi los mejores volapies que he visto en mi vida. Desnalgada y sobre la misma la botá de cuerpo mientras las patas todavía se iban arrastrando, afirmá de las manos con el caballo ya vuelto (casi como esperando que las patas terminaran de arrastrarse) y salir como cuspe hacia el otro lado. Muchas veces los mancos parecían como autos en el barro, les llegaban a patinar las patas tratando de agarrar vuelo de nuevo para no quedar atrás. 

Que es lo que vemos hoy en nuestras competencias. Una entrada de patas y una vuelta hacia el otro lado una vez que los jinetes logran casi detener totalmente el impulso de la desnalgada, claramente con un evidente corte en el movimiento. Es decir una cosa que no pega ni junta. Sin embargo he visto asignar hasta 8 puntos a "estos remedos de volapié". No creo, honestamente, que de lo que he visto ahora último hayan habido más de unos diez volapies bien hechos. De repente a alguno le sale bien uno, pero son tres los que hay que hacer para agarrar más de 8 puntos. Esta es una prueba donde hay harto que corregir.

La vuelta sobre parado. Aquí también hay harto que zurcir. Vamos a tener que dentrarle a la historia. La escuela de equitación "de la jineta o a la jineta" antecesora directa de la escuela guasa, se basaba en al menos dos principios que la diferenciaron totalmente de la escuela "a la brida", a veces llamada "a la estradiota". En la jineta, inventada por los xenetes, pueblo berebere del norte de África, se estriba corto, por lo que el jinete queda muy bien sentado, no a horcajadas, en una albarda de pequeñas dimensiones, lo que le permitía mantener las piernas apegadas a los flancos de la cabalgadura. Este es el primer principio, asiento cómodo sintiendo al caballo con las piernas. Con esta manera de montar, les fue posible sentir al caballo y lograr reunirlo. La reunión es el otro principio. ¿Qué es reunir al caballo? Es lograr que éste desplace hacia atrás su centro de gravedad. En un caballo en reposo, el centro de gravedad está por ahí por el ombligo, proyectado a tierra por supuesto. En un caballo en movimiento y arreglado a la jineta, el centro tiende a estar en sus patas, es decir, como en esas estatuas con caballo rampante, afirmando al suelo solo los posteriores.

Con esto, se logra disminuir el roce, que es lo que dificulta cualquier movimiento. A mayor roce, menor facilidad de movimiento. Cuando un caballo solo tiene como base una pata, la superficie implicada en el roce es la mínima posible. La superficie de la pata o del casco o de la herradura, como quieran.  Entonces, en la vuelta sobre parado, lo que se busca es que el caballo logre su máxima reunión, que tenga como base de roce solo un casco y que gire en torno a él. Si leemos el reglamento, dice clarito que el caballo que desplaza su apoyo comete falta, y que ésta es menor cuando lo adelanta, porque evidentemente se está complicando, y mayor cuando lo atrasa, porque ahí si que está buscando el alivio, es decir, la facilidad de movimiento. Que lástima es ver que a caballos que giran con mucha rapidez en torno al ombligo, lo que hace aullar a los espectadores, atrasando la pata de apoyo en cada movimiento se les asigne más de 2 ó 3 puntos. Si no han hecho la prueba, ni siquiera a medias.

Bueno, las otras dos pruebas presentan, por lo general menos problemas. Salvo los desplazamientos de los cuartos en Retroceder, el que debe ser realizado armónicamente y en diagonales. A veces, pero pocas, el enredo de patas debiera sancionarse más drásticamente.

Bueno, me anduve alargando y seguro que me van a reprender, pero creo que el tema lo ameritaba. Es que es tan lindo ver mover un caballo bien arreglado. ¿No es cierto que da armonía a la vista y al espíritu también?

Arturo Lavín Acevedo, Cauquenes del Maule, abril del 2007

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