Cancha, tiro y lao XVI
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Cancha, tiro y lao (XVI).
Lo que son las cosas. Recién el fin de semana pasado, aquí en Cauquenes, en la cancha de San Miguel, se corrió una gran carrera, parecida a "las de antes". Un caballo de la costa, muy afamado, contra otro de origen argentino. Corrió la plata. Todos apostando por el caballo chileno y, al revés del cuento que ya vimos, ganó el afuerino, cortó.
Así que veamos un poco de historia de carreras allende Los Andes. Para eso recurramos al amigo Saubidet.
Una de las primeras grandes carreras de caballos disputadas en Buenos Aires, fue la de los parejeros "Guerrero", del General Pacheco, y "Esperanza", de Alejandro Lafone, en 1849. Ganó "Guerrero" por media cuadra en ochocientos metros.
Hace cerca de setenta años hubo un parejero célebre en los pagos de Chascomús, llamado "El Pangaré Buey" o "El Pangaré Buey del Salado", y fue en el lugar denominado "El Mangrullo" donde obtuvo sus primeros triunfos.
Don Antonio del Valle cuenta en su "Recordando el Pasado" que el "Pangaré Buey" jamás conoció rival que le arrebatara el cetro de invicto. Corría cualquier tiro, lo mismo cuatro cuadras que veinte, cuarenta o sesenta. Nunca fue vencido. Con todos los caballos salía a la par; donde quería los pasaba sin esfuerzo. Fue un caballo prodigio. Este notable animal era marca y propiedad del Coronel Benito Machado. El día de la batalla de San Gregorio se le extravió. Era criollo, netamente criollo, nacido y criado en la Estancia de los Machado, en Lobería.
Un día, en las esquilas en la estancia de Don Juan Ford, los esquiladores resolvieron correr una polla de diez cuadras, y el patrón no teniendo a mano otro caballo para correr tomó al Pangaré que estaba todo lastimado y flaco. El Pangaré ganó de punta a punta. Desde ese día se le cuidó y comenzaron sus grandes triunfos. Don Gregorio Silva llegó al Salado con su mentado "El Santarritero", que era inganable en las cuatro cuadras, a correrle al "Pangaré Buey" en ese tiro, aunque este último siempre había corrido en mayor distancia. Se vino , , corriendo por diez mil pesos. Los rinconeros, o sea los vecinos del Rincón del Toro, se jugaron todos al "Pangaré".
Lo mismo se cruzaba una parada de mil, cinco mil, diez mil pesos, que una de cien vaquillonas, doscientas vacas, quinientas ovejas, una manada de yeguas, una tropilla entablada de caballos o de redomones. No se miraba para atrás. La cuestión era jugar. Tal era la fe y la confianza que inspiraban los parejeros a sus dueños. A las cien varas, el "Pangaré" iba cortado adelante, libre, solo. Desde el vamos lo había quebrado a su poderoso rival.
Lo mismo le pasó al famoso "Chulé"¸ lo trajeron para correrle . Y como en las anteriores, desde el vamos, "El Buey" lo perdió de vista. Donde corría "El Buey", todos se jugaban cuanto tenían. Detrás suyo iba siempre una larga caravana en carros, en caballos, con cargueros, etc.
Corrió también en Belgrano, ganando tres vueltas contra el "Malacara de los Ingleses", al que creían invencible. En Lomas se midió sobre cuarenta cuadras con el célebre "Obscuro" del General Manuel Hornos, triunfando como siempre. Al General le pareció imposible que le ganaran a su caballo con tanta facilidad, llegando hasta desconfiar de su corredor, el célebre Tomás Grigera, pero éste perdió solamente porque no tenía caballo. No convencido el General, desafió para disputar otra vez la misma carrera. Aceptado el reto la corrieron por veinte mil pesos y el "Pangaré" ganó mejor que en la anterior.
Cuando ya no tenía contrarios con quien medirse, el Coronel Juan F. Vivot lo iba a llevar a Brasil, pero días antes de su embarque fue encontrado muerto en su box por una imprevisión del cuidador, que esa noche lo dejó con bozal; sin duda, el animal trató de rascarse metiendo la pata entre el travesaño del mismo y se ahorcó. Antes de conocer sus grandes aptitudes y hacerlo correr lo tenían de cuartero en las galeras donde .
En la estancia de Don Félix Ford, que era posta de las galeras o diligencias que hacían el trayecto entre Chascomús y Dolores, en una recogida de ajenos, cayó como tantos otros de marca desconocida.
Otros parejeros famosos fueron el "Malacara Grande", el "Malacara Chico" y el "Moro de Otaño". El primero de éstos corrió en Ayacucho (que antes se llamaba Arenales) por cincuenta mil pesos con el "Doradillo" de Don Benito Vásquez, en cuarenta cuadras. Lo montó Tomás Grigera y desde que se largó la carrera ya se vio claramente la intención de éste; lo sujetaba con el mayor descaro. Todo el mundo se apercibió de esto y Grigera, que resultó ser un infame entregador, tuvo que ocultarse y desaparecer pues lo hubiera pasado mal. Al día siguiente se volvió a correr la misma carrera, pero por diez mil pesos ganándola el Malacara con toda facilidad. Se jugó mucho dinero en esta carrera, pero no alcanzaron a desquitar los pesos que la vileza de Grigera les había hecho perder.
Los señores Biaus, hace muchos años con el "Salvaje", célebre malacara, desafiaron por cincuenta mil pesos, en quinientos metros, , a correr en su cancha. Se cuenta que ese animal cubría esa distancia en 27 segundos.
Refiriéndose al "Oscuro" de Urquiza, Don Abdón M. Blanco dice: "La fama del "Oscuro" cundió fácilmente y los porteños trataron de hacerle una carrera. En efecto, se arregló una con el "Manchao" de Grigera. . Los comentarios empezaron, en , pero en ese tiro el "Manchao" es muy y no le va a . La carrera tuvo lugar y el caballo porteño ganó por guapo al entrerriano.
Entre los caballos criollos de carrera más célebres, que son numerosos, figuraban: "El Bayo de Cañuelas", "El Salvaje de los Biaus", "El Bigotudo de Petre", "El Zaino de la Villa", y entre los más antiguos, el "Oscuro de Urquiza", el "Manchao de Griguera" y el "Bayo de Carlos Bol".
Entre 1860 y 1880 eran famosos: "El Bayo de las Sierras", de Azul; "El Alazán de la Villa", de Luján; "El Pico Blanco", de Tapalqué; "El Tostado", de los Vascos; "La Mostaza", de Lobería y "El Machete", de Cañuelas. También se llamaba "El Pico Blanco" el famoso caballo que, según la tradición, robó Juan Cuello al Tirano Rosas.
El domingo 30 de setiembre de 1888, se corrió en Ayacucho una gran "carrera de resistencia" entre caballos criollos. La famosa prueba comenzó a las cinco y media de la mañana; corrían diez caballos colocados en fila en el orden siguiente: "El Criollo" bayo de Castells; ?Cuanes?, malacara de Venecia; "El Criollo", tordillo de Zubiaurre; "Por si Pega", pangaré de León; "Trotador", oscuro de Baca; "Veterano", colorado de Saavedra; "Cigüeña", rosillo de Lasalle; "Recluta", doradillo de Mendilaharzu; "Del Pueblo", tordillo de Landó y "Amistad", zaino de Acasuzo.
Luego de una partida confusa, a las tres cuadras se desprendieron a gran galope "El Criollo" y "El Cuanes", tomando la punta y distanciándose cada vez más; "El Cuanes" venía precedido de mucha fama por su resistencia, pero "El Criollo" era el favorito. Durante las primeras horas no hubo mayor alteración en el orden, aunque llamaba la atención el oscuro "Trotador", que siempre iba al trote largo, galopando muy rara vez. Desde las once de la mañana comenzó a alterarse el orden de los caballos; el oscuro "Trotador" se había retirado completamente extenuado y "El Cuanes" presentaba evidentes signos de cansancio, siendo el segundo en abandonar la pista.
Desde las tres de la tarde se inició una verdadera lucha; "El Criollo" se retiraba enfermo, cediendo el puesto al "Recluta", que se inició entonces como favorito. Durante todo el día "El Veterano" se había conservado a tres vueltas atrás de "Recluta" y a dos de "Amistad". A las cinco había igualado ya a "Amistad" y sólo distaba una vuelta de "Recluta". Era de ver entonces al valiente y viejo "Veterano" por no desmentir su glorioso nombre. "Amistad" que hasta ese momento iba adelante pasó atrás suyo.
La hora suprema se acercaba y el jurado había ya dado el toque de campana anunciando a los corredores que únicamente faltaban diez minutos; la marcha se hizo entonces desesperada. "El Recluta", conservando siempre una vuelta, llegó vencedor, pero expirante ya a la última vuelta. Segundos llegaron "Veterano" y "Amistad" y tercero "Por si Pega".
Si la carrera hubiera durado tan solo diez minutos más. El triunfo hubiera sido de "Veterano", pues traspuso con bríos y a gran galope la última vuelta, siguiendo la otra media, donde lo sorprendió el toque final de la campana cuando "El Recluta" no podía dar un paso más y hubiera sido vencido sin esfuerzos.
Terminó la carrera a las cinco y media de la tarde. El número de vueltas fue de: "El Criollo", 67; "Cuanes", 59; "El Criollo", 75; "Por si Pega", 76; "Trotador", 42; "Veterano", 81; "Cigüeña", 67; "Recluta", 82; "Del Pueblo", 72 y "Amistad", 81.
El promedio del ganador de esta magnífica carrera fue de casi tres leguas y media por hora. El relato de la memorable prueba apareció en el diario "El Día" de La Plata, con fecha 6 de octubre de 1888.
Si sacamos la cuenta, fuera de haber corrido doce horas, el ganador corrió cuarenta y dos leguas. En tierras gauchas, una legua era de cuarenta cuadras, es decir, cinco mil ciento noventa metros. Si no me fallan los "carculos", esto quiere decir que más o menos corrió, el ganador 217.980 metros. ¡Por las reflautas! 218 kilómetros en doce horas. U sea, 18.165 metros por hora. Por la chupalla, por muy buenos legüeros que hayan sido los caballos criollos del otro lado de Los Andes, no pueden haber sido muy diferentes a los de acá, ni a los del resto de América.
Bueno, por eso se puede decir con toda justicia que América se hizo al galope. Es que los españoles trajeron un caballo que ya no debe de existir en el mundo. En él se combatió y expulsó a los moros de la península, en el se conquisto un nuevo mundo, más extenso, pero mucho más, que España y que la misma Europa. ¿No es verdad que debemos preocuparnos de éste "caballito"? "Poney", como le dicen hoy los europeos. Que se jacten de sus caballos de "más de siete palmos". Déjennos éste a nosotros. Claro que?, no lo ablandemos en demasía con tantas regalonerías. Recordemos que son suficientemente "hombrecitos" como para casi batírselas solos. Acordémonos de los mesteños y de los baguales. No necesitaron del hombre para vivir y mantenerse. Cuidemos esa maravillosa rusticidad. Es que es muy difícil inventarla. Por eso si ya la naturaleza se la dio a nuestro caballo, no se la quitemos con tantos añuñues.
Bueno, estará bueno de carreras. Ya veremos que otro tema podemos encontrar.
rturo Lavín Acevedo, Cauquenes del Maule, noviembre del 2007.
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