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Criadero Vega Norte, la apuesta de Carlos Valencia

El criador representó a la Asociación Coquimbo en el Anuario de los Criadores de 2016.

- Reportaje recopilado de la sección de las Asociaciones del Anuario de la Federación Criadores de Caballos Raza Chilena de 2017.

Hace algunos años, Carlos Valencia dio vida a su gran sueño: Tener un criadero de caballos chilenos y su amor por el campo lo ha llevado a paso seguro en su intención de tener bellos ejemplares.

"Soy nacido en el campo, aunque mis padres no eran muy apegados a los caballos. Mi papá fue socio de un club de rodeo, pero nunca participó mucho. Sin embargo, a través de un tío abuelo, don Ricardo Guzmán Tapia, que era un arreglador muy conocido en la zona, pero que sólo le arreglaba a los amigos y con harto prestigio el hombre, me comencé a acercar a los caballos. Yo pasaba todas mis vacaciones en el campo de él, y mis primeros caballos me los regaló él, todo esto en la zona de Marquesa, entre Vicuña y La Serena", cuenta.

Pero para poder asentarse como criador debieron pasar años. "Trabajé en una empresa multinacional por muchos años y me trasladaron a Copiapó, y allá viví muy cerca de Tierra Amarrilla, donde hay una medialuna de los señores Molina, y ahí tuve mis dos primeras yeguas, por ahí por el año 1983 y de ahí en adelante no he parado, aunque no he inscrito muchos caballos, porque acá es complicado criar en la zona. De hecho, el único criadero así tal cual es el de don Hugo Valdivia (Diez Ríos). El resto todos tenemos dos o tres yeguas madres, y nos cuesta mucho, pero le hacemos harto empeño", explica Valencia.

"Acá tengo mis caballos encerrados. Yo vivo en el campo, y ahí tengo alfalfa, donde puedo soltar mis yeguas, a los seis meses desteto y después los encierro, y esa es la única manera, porque además de la escasas tierras está el tema de la sequía lo que nos ha llevado a tecnificar mucho sistema de riego, y así, la alfalfa es preferible comprarla para tener cultivos rentables", cuenta.

Pese a eso, don Carlos está orgulloso por lo que ha hecho: "Lo ideal de todo criador es combinar la morfología y la funcionalidad. Yo cuando partí, me preocupé mucho de la morfología y hace un tiempo me compré un potrito, el Cachipún, que fue famoso en el sur, que era de don Pablo Mahns, y que fue Mejor Cabeza en 2010, y lo comencé a mezclar con mis yeguas, que son de Lo Miranda, de Vista Volcán y yeguas mías, nietas del Andrajo, por ejemplo", narra Valencia con una sonrisa y esperando que justamente esta generación de caballos le permita ir a las exposiciones.

"Yo corrí, pero no mucho tiempo, porque me enfermé y no pude continuar. Las exposiciones me llaman mucho la atención, pero no quiero participar hasta tener productos míos. Ahora tendría las madres y padres, y nada mío, pero ya de acá a un tiempo tendré seis o siete productos que voy a sacar para ver cómo andan", comenta.

Dice que "son buenos caballos, de muy buenos huesos, muy adornados, como me gusta a mí, de 1,40 ó 1,42 metros los machos. Y las yeguas, bien femeninas, con muy buenas cabezas. El potro que compré es muy marcador y eso lo han heredado sus hijos, y me ha dado sus características".

"Afortunadamente mi señora es la más entusiasta con la crianza. Mis hijos, eso sí, no se preocupan mucho, pero mis nietos y nietas todos andan de a caballo, preguntan a los peticeros, ayudan en la limpieza así es que tengo la esperanza de que por ahí continúe el amor por los caballos", dice.

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