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Anuario 1966: Los huasos a caballo por Europa

Revisa este artículo escrito por el periodista Raúl Morales Alvarez.

En el Anuario de 1966 de la Asociación de Criadores de Caballares fue publicado esta nota escrita por el destacado periodista Raúl Morales Alvarez sobre el viaje a París de los Campeones de Chile Abelino Mora y Miguel Lamoliatte.

Revisa la transcripción completa del artículo, incluida una pequeña reseña de su autor:

"La verdad es que el caballo chileno, corralero, es la justa medida para tocar el cielo con la mano".

Magnífico artículo éste de Raúl Morales Alvarez, extraordinario periodista y escritor. ¡Periodista de verdad, de alma! Un maestro como reportero, columnista siempre brillante, que ha hecho célebres sus múltiples seudónimos, como los de: SHERLOCK HOLMES, PICKWICK, SIMBAD EL MARINO, ARCADIO MONTANA, REPORTER N° 13.

Investigador, internacionalista, festivo, crítico literario. Bohemio de alta ley, con acentuada alma huasa que lo hace vibrar con las tradiciones campesinas, estimulándolas en páginas ejemplares.

Quiero alumbrar sólo con huasos la raíz humana de estas líneas, a puro corazón y espuelas, como atajando toros lobos en la medialuna. Abelino Mora y Miguel Lamoliatte ya están en París, Francia, en las Europas. Los dos constituyen la famosa collera corralera de Temuco, ganadora del egregio titulazo criollo de Campeones Nacionales del Rodeo Chileno, conquistado en la quincha de Valdivia. Llegaron vestidos de huasos, naturalmente, como corresponde a quienes son cabales gentiles hombres de campo. Así han aparecido en la TV francesa, con la manta multicolor echada al hombro y una nostalgia de puelches y de trillas en el rostro. Así fueron recibidos por la Dirección de Turismo de Papá De Gaulle, y así los declaró huéspedes de honor nuestro Embajador Enrique Bernstein. También –¡qué diablos!-, el huaso Mora y el huaso Lamoliatte son otros dos Embajadores que van expandiendo a Chile en su mejor fruto centellante, haciéndolo a la antigua, de a caballo, que la sal de la familia no se camufla ni disfraza cuando sale fuera de la casa. Abelino Mora lleva a su yegua "Aceitadita", una tordilla de 18 años, que es como un rejucilo en los rodeos. Miguel Lamoliatte viajó con su potranca "Flecha", una mulata bastante menor que la veterana de Abelino, pero mandada como hacha, lo mismo que ella, para sacarle chispas a la medialuna. Sus propios jinetes criaron y enseñaron a este par de admirables montas. Cuando se han visto a "Flecha" y "Aceitadita" obedeciendo la inteligente rienda de sus amos, uno comprende mejor lo que dijo el poeta Rubén Campos Aragón, que es otro huaso de buen lazo y firme estribo. "La verdad es que el caballo chileno, corralero, es una justa medida para tocar el cielo con la mano".

Los campeones del rodeo saben de esas cosas. De los dos, acaso el ejemplo más claro sea el de Abelino Mora, en razón de su misma antigüedad en la hazaña. Abelino domina tres idiomas. Es campeón de golf y de esquí, y un ejecutante musical que causa celos a los concertistas profesionales cuando interpreta a Chopin. Pero, por encima de todo, está el caballo. Su yegua "Aceitadita" prima antes que nada. Después viene su amor por lo demás. Por los barrosos, los alazanes, los overos, los mulatos, los obscuros "color de negro olvido", y hasta por el caballo de copas, cuando llega la hora del alegre vino.

También de a caballo, los campeones irán al Mundial de Londres para dar su entusiasmo al equipo de Chile. La manta de Doñihue, la montura de los Isla, los estribos de quillay nevado, la espuela con su rodaja empepada, como lo exigía el maestro Vinay, el chillanejo, se verán entonces más gallardos, como la propia expresión del país y de su gente. Chile entero es huaso. De patrón a inquilino, el huaso traduce mejor que cualquier otra cosa la nobleza, el valor y la limpia generosidad de Chile. Son las credenciales que Abelino Mora y Miguel Lamoliatte están mostrando ahora en Europa. Fueron las que mostró antaño el primer huaso que lo hizo. Manuel Jaraquemada Carrera también llegó a Europa de a caballo, cuando en 1826 viajó con los primeros estudiantes chilenos que fueron a París. El cruce del mar se hizo en la fragata "La Moselle". El huaso Jaraquemada subió a bordo sin bajarse del estribo, y de la misma manera desembarcó en El Havre de Gracia. Su monta era una yegua quilamutana de nombre "Linda China". Durante el salto del charco oceánico, como al doblar el Cabo de Hornos, con buen o mal tiempo, a la ida y a la vuelta, el huaso paseó en cubierta con su "Linda China", tal como si estuviese en un potrero, pidiendo rienda y sol. Los animales quilamutanos pertenecen a lo mejor de la familia caballar chilena. Por algo dicen que es quilamutana la "Aceitadita", de Abelino Mora.

Quilamutano era el famoso "Pedro José", el caballo con que el comandante Roberto Souper escaló el Morro de Arica, para el instante de la vieja gesta. Cuatro tiros los alcanzaron en el camino, sin lograr detenerlos. "Pedro José" recibió tres. Roberto Souper, uno. Si ese uno bastaba para precipitar al jinete en la alta profundidad de la muerte, Souper se agarró a la vida, de todos modos, como rasguñando el vidrio. Sólo se desplomó cuando llegó a la cima, junto a la bandera que ya flameaba en la victoria. Entonces –dijeron después los testigos de este auténtico episodio-, "Pedro José" comenzó a llorar, despidiendo a su dueño en la agonía.  

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¡UNA ESTATUA PARA EL HUASO!

Souper era huaso, como huaso fueron Diego José y José María Benavente, los Carrera, Santiago Bueras, Manuel Baquedano, Sofano Parra, Andrés Alcázar, Manuel Rodríguez, el Manco Amengual y todos los demás de la larga lista. En Estados Unidos, con un menor historial de epopeya, han levantado doscientas estatuas al cowboy. En México, hay varias decenas para enaltecer al charro, y sucede otro tanto en Venezuela con el llanero. Sólo en Chile todavía ni siquiera insinúan un monumento para el huaso. Raúl Pavez Romero, antena, dínamo, motor y altoparlante de todos los rodeos, acaricia la idea. Una estatua para el huaso.

Yo quiero contribuir a ella con lo que he escrito. El huaso debe pararse en Chile en una estatua, y de a caballo, con la monta al aire, recibiendo el viento agropecuario que galopa en el rodeo.

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