Anuario de 1977: Yo no discuto con Dios
"Yo no discuto con Dios" se llama este poema escrito por Andrés Rivanera, que fue publicado en el Anuario de 1977 de la Asociación de Criadores de Caballares y de la Federación del Rodeo Chileno.
Revisa la transcripción:
Yo no discuto con Dios;
él sabrá lo que hace, pero
hoy se le pasó la mano
y me pegó hasta en el suelo…
De entrada me cortó el lazo,
y el trenzado, nada menos,
un toro negro que andaba
de ayer con la bosta hirviendo.
Encima, me corneó al bayo
cuando se nos vino al cuerpo
y a mí a poco más me saca
encumbrado entre los cuernos…
Después se aflojó la cincha
al ladearme en un encuentro,
y anduve arando a la fuerza
unos metros por el suelo.
Menos mal que en el porrazo
no me quebré ningún hueso.
En cambio, rompí la manta,
perdí un corvo casi nuevo,
y me hice en la rodilla
un tajo de un geme y medio.
Después de una media siesta,
que me compuso algo el cuerpo,
me apreté a morir la faja,
me eché un aguardiente al seco,
y para andar más seguro,
ensillé mi viejo overo,
con el que aguanté hasta lo último
sin aflojarle ni un pelo.
¡Que cuando uno está de mala,
no hay que andar con medios vasos
sino empinarse hasta el concho,
aun sabiendo que va muerto!
Así me ganaré un suspiro,
peleando a lo indio en el suelo,
hasta que, de vuelta al rancho,
pisó mal el pobre overo,
y en un hoyo maldecido
se me mancó sin remedio.
Llegué con noche cerrada,
molido y muerto de sueño,
y ahí ya se fueron las diez, de última,
porque me tenía mi suegro
la nueva de que a las cinco
mi mujer tomó el expreso
y se fue, quien sabe a dónde,
sin dejar ni un hasta luego.
Yo debía conocer
las uvas de majuelo,
ya que, al mes de andar con ella,
me tiró un pial con el cuento
de que era mío el encargo
que tenía ya en barbecho;
pero si esto pasa ayer,
hoy moviera tierra y cielo
buscándole enceguecido
para hacer un escarmiento.
En cambio, hoy todo lo que hice
fue decirle al pobre viejo:
¿Se fue? ¿Y por tan poco, taita,
se ha perdido el primer sueño?
Y es que en un maizal de males,
¿qué hace un choclo más o menos?
Por suerte, me dejó al crío
Que, aunque no es mío, lo quiero.
La manta será frazada
del pobre huacho este invierno.
Tengo otro puñal. Del bayo.
quizá no sirva ni el cuero.
La pierna no me preocupa,
ya se hará sola un remedio.
El lazo quedó botado
donde falló, y el overo,
manco y todo, por noble
merece morir de viejo.
A ella que le vaya bien
y se dé un gusto sin miedo.
Aunque me arruinó la siembra
con sangre ya no la riego.
Por eso no discuto
con Dios, pero a ratos pienso:
¿me habrá tomado por otro
o le habrá ido con cuentos?
Andrés Rivanera