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Manuel Celis Vallejos y su legado al Club Gil Letelier

Huaso colchagüino de pura cepa, fue activo participante en la vida de su amada institución.

El pasado domingo 25 de abril se apagó la existencia terrenal de Manuel Celis Vallejos, huaso colchagüino de pura cepa (dos veces chileno, como le gustaba decir) y director honorario del Club de Huasos y Rodeo Gil Letelier. Su figura familiar, entrañable, ya no se verá en el recinto de Avenida Carlos Valdovinos 2951, pero su recuerdo se agigantará entre quienes lo conocieron, estrecharon su mano fraterna y supieron de sus anécdotas y vivencias en torno al caballo y al Rodeo.

Su sepelio se efectuó ayer martes 27 de abril, sus restos mortales fueron velados en el Salón de Honor "Ernesto Santos Fernández" del Club y una guardia montada lo despidió a la salida del cortejo fúnebre, que lo llevó hasta su descanso eterno en el Cementerio Parque El Sendero de Maipú. 

Rodolfo Morales, ex presidente del Club, hizo una semblanza del extinto socio, manifestando: "Nos encontramos en esta triste hora del adiós, la cual nunca quisiéramos se hubiese cumplido.

Su férreo pecho corralero ha dejado de respirar, y el corazón huaso ya no permitirá más sentir el latido orgulloso de ser 2 veces chileno.

Nacido en Cunaco, tierra de buen vino y mejores hombres, fue un 15 de marzo de 1930 cuando llegas a este mundo. Huaso colchagüino, formado arriba de una cabalgadura  en la antigua Hacienda El Huape de la familia Valdés Ossa, ya a los 13 años corrías junto a tu padre en antiguos redondeles de espinos, haciendo collera en las yeguas  Camelia y Pólvora.

Cabalgastes  por diversas quinchas atajando toros y fueron lugares como Nancagua, Rengo, Melipilla, Santiago, San Fernando, Lonquén, los que supieron de puntos buenos. Fue en uno  de estos rodeos que echaron lazo en tu corazón, cuando conociste a quien fuera tu esposa por casi 60 años, doña Nora Silva Farías, amarrando coyundas un 7 de septiembre de 1960".

Agrega que "Chiribono, Chacarera, Salitre, Bufón, Trasnochado, Buenamoza, fueron  fieles bestias que te acompañaron en tu cabalgar corralero.

Amante del Rodeo y de los buenos caballos, ornamentaste medialunas con tu figura de capataz. De las diversas funciones  cumplidas en este Club,  la más importante encomendada fue la de portar nuestro pabellón patrio frente a la formación huasa. 12 años mantuviste nuestra bandera conservando la solemnidad necesaria  y el respeto que se merece.

Aún se mantienen en nuestra memoria las palabras que nos entregaste  al momento de realizar  el cambio de abanderado, en aquella noche  del miércoles 10 de agosto del 2011: Mi corazón se aprieta al dejar la cabalgadura  a otro jinete, mi voz se quiebra en la despedida, quizás mis ojos se nublen por la emoción, no es fácil dejar el lugar en la formación, pero tengo la seguridad que quien me reemplace, cumplirá con el mismo orgullo y sentimiento esta labor. He dejado el paso a otra generación, mi manco deberá descansar y pastar, las jornadas de cabalgata y rodeo van quedando atrás, pero no podrán borrarse de mi memoria. Cada pequeño recuerdo, cada amigo presente, y también cada amigo que ya ha partido, ocupan un espacio en mi corazón; sepan que los llevaré por siempre en este pecho huaso y corralero. Otros jinetes reemplazarán  mi lugar en la formación, sólo les pido que la jornada que emprenden, la hagan con la solemnidad y respeto que se merece nuestra Bandera".

Rodolfo Morales también recordó en esta semblanza la última actividad de don Manuel, siendo parte de una mesa directiva  como Secretario y fiel a su actual, supo  llevarla con la responsabilidad que lo caracterizaba.

"Tu voz acampada ya no se escuchará en este salón, donde hoy sólo se encuentra el dolor  y la tristeza de tu familia y amigos. Cuando volvamos a entonar nuestro himno, ten la seguridad que se notará tu ausencia, ya que estábamos acostumbrados  a que dirigieras nuestra solemne canción. La medialuna sabrá  guardar el debido silencio cuando podamos nuevamente  ensillar las cabalgaduras, y en tu honor se corra un toro tapado  que arrearán tus mejores amigos.

Luego podremos sacar el rocío de nuestros dientes, brindando por ti, por tu familia, por tu amistad franca y simple, como lo fuiste tú toda tu vida.

Al finalizar estas palabras, te pido que nos acompañes en cada actividad nuestra, bendiciendo las corridas y jinetes, y disfrutando como lo hiciste cada día que fuiste parte de nuestro Club, sintiendo el  tintinear de espuelas, o en el alegre son de una tonada.  Adiós amigo huaso querido".

Un hombre lleno de bondad y disciplina

Héctor Rodríguez, director secretario del Club y encargado de Relaciones Públicas del Club Gil Letelier, describió del siguiente modo a don Manuel, señalando: "Destacaba su bondad y disciplina. Como capataz impecable, cuidadoso. En el Club ocupó distintos cargos, siendo el de Secretario el más relevante. Abanderado en Chile y fuera del país. Ladino por donde se le mire. Guardián de los datos a través de su imperdible bitácora. Cumpleaños, efemérides, saludos, pagadas de piso, etcétera".

Asimismo, recordó una de las tantas anécdotas que formaban parte de su personalidad huasa.

"Esa fue una vez que llegaron dos oficiales del Ejército vestidos de gala al almuerzo de un 15 de agosto y me pregunta que qué hacemos. Yo le dije: yo los llevo a la barra del casino. Luego entró él, se cuadró y le dijo al oficial de mayor investidura: Mi comandante, usted dirá con qué le sacamos el rocío a los dientes. No se hicieron esperar los brindis con chicha escocesa y luego los Pichicolino, como solía decirle a cualquier licor para hacer brindis", completó.    

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