Anuario de 1996: Lo que el tiempo se llevó
El Anuario de 1996 de la Federación del Rodeo Chileno brindó un lindo homenaje a la antigua medialuna de Rancagua, con un hermoso artículo que repasó parte de la historia vivida en dicho recinto deportivo.
Revisa la transcripción de la nota:
Lo que el tiempo se llevó
Noble como la madera que la distinguió por casi medio siglo, la medialuna de Rancagua está próxima a convertirse en solo un recuerdo. Sede de 27 de los 46 campeonatos nacionales su futura demolición se llevará nostalgias y añoranzas. Cuando llegue ese día, esta muda servidora del rodeo se merece su propio novillo del silencio.
Cuando ya no esté, serán varios los corraleros que se acercarán hasta el lugar.
Nostálgicos y emocionados apuntarán el sitio donde estaba la pista y le comentarán a algún nieto –o biznieto, quizás- que allí fue Campeón de Chile.
Y el chiquillo sabrá que ahí, hoy epicentro de un parque sembrado de plantas autóctonas, estuvo por casi medio siglo la otrora medialuna gigante de Rancagua.
Así va a ser dentro de algunos meses. Una vez que el flamante e imponente escenario –ahora propio de la Federación- esté listo, manos tal vez ignorantes de la historia que encierran, removerán sus maderas para transformar esta medialuna en un simple recuerdo.
De los 46 campeonatos nacionales de rodeo realizados hasta la fecha, 27 se efectuaron en esa medialuna y… ¡21 de ellos en forma consecutiva!
Nadie más que Hugo Cardemil ganó títulos en ella: 86, 90, 91 y 93, superando, incluso, a su hermano Ramón que desfiló detrás del capataz en Rancagua en tres ocasiones: 67, 68 y 73, las mismas veces que Cacaro de la Fuente -72, 79 y 80- y que Juan Carlos Loaiza -87, 88 y 94.
Fue en su pista donde Coteco Aguirre estableció el record absoluto del Movimiento a la Rienda, todavía inalcanzado: 61 puntos en la "Abusadora".
Fue en esa medialuna donde en un lapso de ocho años se batió el record de corridas: la primera hazaña fue de Carlos Mondaca y Juan Carlos Loaiza en "Rico Raco" y "Papayero" con 35 puntos (1988) después, Galo Bustamante y Vicente Yáñez elevaron la vara a 37 en "Esparramo" y "Corsario" (92) para concluir con los 40 de José Manuel Rey y Oco Guzmán en "Canteado" y "Pretal" (95).
LA GIGANTE
Un millón y medio de pesos –del año 47- costó la medialuna de Rancagua, una idea nacida de Germán Ibarra, ejecutivo de la Braden Cooper Company, entusiasmado por el éxito de los rodeos de la Feria Regional, en Baquedano abajo, allá al "otro lado" de la línea de ferrocarril.
El mismísimo gerente general del Banco de Chile –Ricardo Letelier- viajó a Rancagua a ver de qué se trataba el proyecto. Puso la plata.
La mano de obra y la maquinaria corrió por cuenta de míster John Straney –jefe máximo de la Braden, quien trabajó a ritmo "de gringo".
Rancagua entera se cuadró con la iniciativa y para sus primeros rodeos todo el comercio cerraba.
"Hay que ir a ver a los hermanos Santos" era la invitación que circulaba entre los vecinos, como si se tratase de artistas internacionales.
Es que así de famosos eran los hermanos Santos, Tito, Julio y Ernesto. Su popularidad no parecía tener límites: para el primer rodeo de la nueva medialuna -11 de marzo de 1948- no pocas sillas de los palcos de apiñadero cayeron a la pista en protesta porque ganaron los caballos de la Comunidad Darío Pavez y no ellos.
Más reducida que su actual silueta, la medialuna de Rancagua tuvo una capacidad original para cinco mil personas. Para su inauguración quedaron inconclusas las filas de arriba.
A diferencia de la actual, la caseta del jurado estaba abajo, pegada al apiñadero.
EL PRIMER NACIONAL
Para el primer campeonato nacional realizado en ella –abril de 1949-, la cancha de fútbol (donde hoy se construye la nueva) se hizo estrecha como estacionamiento de vehículos y varios de los setecientos caballos que llegaron a ese primer Champion de Chile tuvieron que acomodarse en pesebreras de agricultores amigos en los alrededores de la ciudad.
Un dato que pocos saben: con la recaudación del primer campeonato nacional en Rancagua se pudo financiar el primer anuario de la Federación, en esos tiempos Asociación de Criadores de Caballares.
MAS Y MAS
Cada vez más insuficiente para cobijar al mayor número de aficionados, se fue estirando como chicle: se ampliaron los palcos en todas las direcciones y se adosaron casetas como colmenas para satisfacer la creciente curiosidad periodística.
El inquietante cimbrar que originaba la multitud al festejar una llegada grande, obligó a una obra de ingeniería casera: amarrarla con cables de acero por su vientre.
Las decenas de ampolletas de tenue luz que "alumbraban" la pista fueron protegidas –en tiempos de protestas políticas por un equipo energético propio de insoportable ruido y, más tarde, por las modernas luminarias alógenas actuales.
Pintada rigurosamente para cada uno de los campeonatos nacionales, disimulaba bien el paso del tiempo.
En la época en que ni se conocían los guardias de seguridad, las sombras de la noche era cómplices fácil para los romances de los cabros de antaño que iban a la fiesta. Después –ya con los guardias- se les correteó y sus tablones no prestaron más utilidad que de día.
De madera antigua pudo ser víctima fácil del fuego. Pero siempre se actuó con celeridad, como aquella vez que Sergio y Galo Bustamante no ganaron el título y los exaltados prendieron fuego a un sector (1967); o aquella otra en que el ágil "Punta" Urrutia evitó que se propagaran las llamas surgidas en el stand del Rotary.
Fue en la medialuna de Rancagua donde surgió el primer Salón VIP –práctica tan difundida hoy.
CALORES FRIOS Y LLUVIAS
Medialuna de calores, fríos y lluvias.
La barra brava –esa que llega de madrugada los domingo- una tarde tórrida se sintió con derecho a refrescarse: pidió a gritos que los bomberos que regaban la pista dirigieran hacia ella sus mangueras.
Vi a una medialuna entera correr a los braseros de los casinos para aquel rodeo de la UNCTAD, un primero de mayo con un frío descomunal, testigo del triunfo del desaparecido don Segua Tamayo y su hijo Lalo.
Lluvias otoñales y de primavera más de una vez dejaron "la escoba" en la medialuna. Casi por norma, varias de esas antiguas comidas de bienvenida a los corredores terminaron bajo el agua y con el ruego generalizado de que no siguiera al día siguiente.
Una noche de sábado la pista simplemente quedó transformada en laguna. La decisión de primer ahora del domingo fue instantánea: "igual se corre hoy el champion". Decenas de obreros de la empresa de Gonzalo Vial trabajaron toda la mañana: al mediodía se inició la última Libre –transmitida por TV en lugar de la final- y al atardecer se inició el champion que concluyó cerca de la medianoche con el triunfo de Hernán y Juan Pablo Cardemil en "Rumena" y "Atinada".
Pero hubo un año especialmente crítico. Con toda la organización funcionando, el campeonato debió aplazarse a causa de la fiebre aftosa. Se postergó desde marzo para octubre y, ya en primavera, el primer día no se pudo correr porque el cielo se vino abajo.
Nunca antes los casinos ganaron tanto dinero como ese viernes de aguacero.
FIEL SERVIDORA
Salpicada de matizados episodios, esta noble servidora cumplió, también, funciones "extraprogramáticas". En sus tribunas hubo concentraciones políticas y en su pista se instaló un ring. Uno de los reyes del rock, Bill Halley y sus cometa, actuó en ella estando en pleno apogeo.
Escenario de alegrías y dramas, de encuentros y desencuentros, sus tablones son un trozo mismo de la historia del rodeo de ayer y hoy. De aquel rodeo con el piño adentro y la collera de servicio en lugar de puertas, de aquel rodeo del silencioso Temblor y del bullicioso Pancho Pistolas o del pícaro Masajuá.
Cuando ocurra lo que tendrá ocurrir, noble medialuna ¡tú también te mereces un novillo del silencio!