Anuario de 1991: Segundo Tamayo Lillo, Don Segua
En el Anuario de 1991 de la Federación del Rodeo Chileno, fue publicado este homenaje a Segundo Tamayo Lillo, Don Segua, escrito por Samuel Parot Gómez.
Revisa la transcripción del artículo:
Segundo Tamayo Lillo: Don Segua
Nació en Parral el 7 de Abril de 1918.
Saliendo de la escuela y luego de haber terminado la primaria, comenzó a trabajar en el fundo El Salto de don Santiago Urrutia, pero a las órdenes de Atiliano Urrutia; en ese momento administrador del predio de su primo que estaba a cargo del arreglo de los caballos.
Don Segua empezó en trabajos de a pie y según él mismo contaba, don Atiliano cuando lo contrató, le dijo: "te voy a enseñar, si tenís interés, todo lo que aprendí de tu abuelo Pío".
Así fueron los inicios de este gran maestro del arreglo del caballo chileno, en este cada día más difícil oficio y sobre el cual no hay nada escrito.
Estando en El Salto, don Segua se casó con su compañera de toda la vida, doña María Ordenes, con la que tuvo cinco hijos: Valentín, Eduardo, Sergio, Mario y Angélica, que nacieron durante los años que estuvo con don Ruperto Benavente en el Fundo La Gloria de Parral.
De sus hijos, Lalo, Sergio y Mario siguieron sus pasos, convirtiéndose en los destacados jinetes y arregladores que son en la actualidad.
Posteriormente, pasó a trabajar con don Evaristo Urrutia, en San Carlos. Estuvo con él dos años, para volver definitivamente junto a don Chanca hasta 1970. En esa fecha, y dado que al "patrón Chanca" –como él lo llamaba cariñosamente- le expropiaron el fundo Camelias donde había vivido los últimos años, se trasladó a Osorno para trabajar en el Criadero Piguchén, donde estuvo hasta que se convirtió en "empresario agrícola", llegando a formar en su último año de vida, parte de la larga lista de exportadores chilenos, ya que había plantado espárragos.
Hizo esto, como contara en más de una ocasión, para poder competir con los salarios que pagaban sus vecinos.
Muchos años transcurrieron para que la gente corralera del país conociera a don Segua. Su modestia lo mantuvo en el anonimato. En ese tiempo sólo los parralinos sabían que gran parte de la calidad de los Bayo-León del Criadero Los Tilos, se llamaba "Don Segua".
Los caballos, al final impusieron su nombre y en esta lista que a continuación indico, en la que espero no sean muchos los que omito, figuran: Longaviano – Quillacón I – Quillacón II – Gamo – Cachupín (caballo) – Camelia – Mentita – Marmota – Huingán – Barranco – Mentita II – Longaviana – Pretenciosa – Tula – Tamargo (su último trabajo) – Candileja – Cachupín – Chamanto – Tetera – Encomienda – Pajarero – Compañero – Borracho – Guariqueque – Cutrán – Riflero – Salamera – Candelilla – Clementina.
Don Segua formó con don Chanca una combinación de gran éxito en el Rodeo; tan importante como las de Remigio Cortés – Segundo Zúñiga y Ruperto Valderrama – Ramón Cardemil.
Debo reconocer con cariño, la influencia que tuvo don Segua en mi formación como criador y corredor. A su lado aprendí a conocer los caballos y a apreciar las condiciones de las diferentes corrientes de sangre.
No habían caballos imposibles para él, a los difíciles les dedicaba más tiempo. Nunca lo vi trabajar más de cuatro caballos a la vez. Creo que ese sistema y su dedicación fueron las razones de su éxito. Le costaba comunicarse, pero no tenía inconvenientes para enseñar, mostrando lo que sabía hacer.
Recuerdo una anécdota que confirma esto que digo: Ramón González le mandó las yeguas Discreta y Tranca Larga, que ya no estaban en su apogeo, especialmente la última, que venía dura y casi imposible de correr.
Las tomó con un amor propio increíble y las ensilló durante todo el invierno, mañana y tarde.
En Octubre de 1971, representando a la Asociación Osorno, formamos un equipo para correr en el rodeo de Maipú. Salvo don Segua, los demás estábamos intranquilos con el resultado que pudiera dar la Tranca Larga. Sin embargo, la yegua empató el primer lugar con "Cachupín" que montaba don Chanca y a la postre, obtuvo el primer lugar del Movimiento a la Rienda que juró José Manuel Aguirre.
En mi opinión, este episodio fue una tremenda demostración de la calidad de don Segua porque me constaba en las condiciones que, sólo cinco mese antes, había llegado la yegua.
Historias como ésta hay muchas. Si las sigo contando, me puede confundir el tremendo cariño que por él sentía.
Fue en Navidad, el 25 de diciembre de 1990 cuando partió. Murió en su salsa, galopando caballos en su medialuna. Se fue calladito, como era él, sin despedirse para no llamar la atención.
Sus funerales fueron emocionantes. Estaban todos sus amigos de la zona y muchos de lejos que viajaron para demostrar la admiración y cariño que por él sentían.
Samuel Parot Gómez