[Opinión] ¡Entre ponerle y no ponerle! Mejor…
Por Arturo Montory G.
Dicho “acampado” que viene muy bien en estos difíciles tiempos para el campo chileno y sus tradiciones, llegó el momento de ¡Ponerle con todo! y salir a Marchar el día 26 de agosto, que se convertirá en una fecha histórica no solo para el campo, sino para toda nuestra querida patria. Es necesario doblarles la mano a los acontecimientos venideros, en los cuales no hemos sido considerados, ni siquiera con intención de hacerlo.
Nacido en el campo sureño, fui creciendo junto a gallinas “cluecas”, otras poniendo y “echadas”, otras gordas para la cazuela, batallando con los ratones para que no se comieran los pollitos; patos chinos, orientales y blancos que en primavera con sus patitos a la cola se iban a nadar diariamente; crianza de pavos negros y los delicados blancos, ambos muy apetecidos para los santos, que son muchos y muy celebrados en el campo; los gansos para obtener la pluma fina de la pechuga para rellenar colchones y almohadas.
Frascos y frascos de escabeche con cebolla chica, ají, pepinos, coliflor, y otros más.
Trigo tostado en la “callana” a fuego lento y siempre moviéndola para que no se quemara, y luego molido de donde salía la famosa “harina tostada”. Entre las cenizas se cocían las tortillas de rescoldo.
Los chanchos comiendo es su chiquero papa broza y arvejas, por ello su carne era muy apetecida y especialmente su grasa, se faenaban de casi de 300 kilos, no andaban, por ello se guardaban en tarros de lata llenos de grasa muchos comestibles durante el invierno y permanecían perfectos. Ahí quedaban longanizas que llevaban en su interior presas de pollo y de ganso además de la carne molida de chancho, prietas, conserva, queso de cabeza, secciones de pollo, pavos y gansos.
Para que decir la fiesta de la “muerte del chancho”, con pipeño de uva Italia, emblemática.
“Enyugando” una yunta de bueyes normandos, en que se los tenia cerca y delante, estos agachaban la cabeza y se les afirmaba el yugo, uno a uno, luego se apretaban las “coyundas” de cuero crudo en los cachos, para después colocar el varal de la carreta y amarrarla al yugo con correas de cuero muy firmes y quedaban listos para empezar la faena campera, que podía ser de viaje, de carga de sacos, o de otro trabajo.
Carretas de ruedas de maderas con llanta de fierro y rayos, otras macizas “carreta chancha” labradas de un tronco las que se usaban en los aserraderos y las faenas de madereo de árboles chilenos.
Las siembras de papas corahilas, luego del terreno arado con bueyes y rastreado con ramas, se iban echando en la melga las papas seleccionada para semilla, y luego otro arado en contrario para taparla.
Primero las papas de temprano y luego las papas de tarde, que había que esperar una lluvia para sacarlas con azadones. Siembras de trigo que luego de salidos para que “macollara” se le pasaba un rodillo, que estaba hecho de un tronco de hualle muy grueso, y con un pasador de fierro por el medio, rodaba tirado por una yunta de bueyes grandes.
El ganado lanar y vacuno, de tremenda importancia en el campo por la lana, el cordero, la lecha, la carne. En épocas que había que separa en distintos potreros las vacas paridas, las vacas secas, los terneros recién destetados, los de año, los de dos años y los de tres años que recién se vendían para faenarlos en mataderos, sobre 550 a 600 kilos.
El corral de las ovejas estaba al lado de un cerro y a veces en la noche empezaba un ladrerío de perros tremendo y alguien gritaba “el lion, el lion en las ovejas” y todos corrían allá, era una batahola, y los huasos más baqueanos decían, hay que “bornearle el lazo” y arrancan. Nunca lo vi.
Todos los años en otoño se hacía del “charqui” de ternera, en que se colgaba los pedazos de carne en alambre y era “oreado” al sol y al viento sur, dándolo vuelta dos veces en el día.
Y la infaltable salida a las liebraduras con perros.
Los caballos chilenos, siempre regalones pasaban buena vida, arropados en invierno y fresquitos en verano.
Y suma y sigue, teniendo cada zona del país distintos menesteres camperos y costumbres, todos muy respetables y llenas de sabiduría campera.
El vocabulario usado más arriba es inentendible para los ciudadanos de las grandes urbes, que a veces lo menosprecian, pero para nosotros es la fuente de la vida, lo que escuchamos de pequeños y si ya estamos lejos nos llena de emoción, alegría, recuerdos, el solo leerlo o escucharlo, “la fuerza, el llamado de la tierra” es muy fuerte. Para los que viven en el campo ello es más cercano aun y es lo que defendemos.
Los deportes camperos de larga tradición, tienen el mismo derecho que los importados de otras latitudes, y deben desarrollarse y cultivarse.
Llego la hora de “ponerle guindas al pavo”.
En la Marcha del 26 de agosto debemos mostrarnos en forma masiva, participar de todas las edades y profesiones, a caballo, en coche, a pie, en carreta, en fin, como cada uno lo disponga, y cuando pasen por las calles de los pueblos la gente salga de sus casas con banderas chilenas a aplaudirlos, avivarlos y de esa manera demostrar su adhesión.
Estamos en un “camino sin vuelta atrás”, por lo cual debemos elegir que queremos para nuestros hijos y nietos en el futuro.
Apoyar las marchas del 26 de agosto, es la manera que tenemos de que nos vean y solo si somos una inmensa cantidad desfilando lograremos el impacto esperado y necesario.