La importancia de las tradiciones
Por Arturo Montory G.
Las épocas y las personas cambian, eso es lo natural de la vida, el entorno en que cada uno nace y luego se desarrolla es pasajero y frágil, sólo quedan los recuerdos de sus vivencias externas las cuales le llegan superficial o profundamente al corazón de cada persona. Ello es muy profundo y personal.
Situaciones agradables o desagradables de la vida de cada uno además influye en esa percepción del pasado, factores que cambian un sentido de las cosas.
Los que nacimos bajo el alero de un entorno campesino, acampado, de uso común de un vocabulario distinto al de la ciudad, donde se “mofaban del acento huaso”, sin duda hizo que estas personas se refugiaran en las más puras tradiciones huasas ancestrales, con sus modismos, vestimentas, sensaciones, percepción del mundo muy particular.
Para un “viejo acampado”, un doctor en economía o ciencias, graduado en la mejor universidad del mundo sino no sabe lacear, se monta a caballo al revés, no sabe ponerse las espuelas, ni las botas, ni el sombrero, sus títulos para ese “viejo” no tienen valor, porque si viviera en el campo y tuviese que sobrevivir en ello no estaría capacitado ni para empezar el día al clarear el alba.
Ese huaso fue el formador del rodeo chileno, y el acto de entrar un novillo a una “medialuna”, construida de las mismas medidas de siempre, con apiñadero y dos atajadas, de paredes de pirca o madera, antes con piño hoy con toril lo que no altera en nada la forma de correr, antes con cuarta carrera hoy con tres lo que tampoco altera nada en relaciona a producir puntajes, la “collera” sigue siendo formada por dos jinetes y dos caballos, dentro del corral está viva la presencia del “capataz” y su ayudante, y un “delegado” es la autoridad maximo y dirime el puntaje, uno, dos o tres “jurados” en la caseta, esto es eterno, al menos de más de 150 años.
El rodeo nace en las haciendas de la zona central, desde zona de Quillota, Los Andes hasta Rancagua, y de ahí se extiende a todo el país, Ovalle por el norte es un gran centro y Chillan y Concepción por el sur.
Recordemos que el primer Campeonato Nacional fue celebrado en 1911 en Victoria.
El caballo chileno a fines del 1800 casi desaparece por el mestizaje, y logran a duras penas salvarlo unos pocos criadores, muy pocos, pero duros e intransables en sus conceptos de chilenidad y campesinos, y tiene éxito lo salvan y además conservan para nosotros.
El caballo más apto para el rodeo de animales era el “chileno”, además de su valentía y arrojo en situaciones de riesgo, nada lo detenía y así nació el caballo “corralero”, lleno de fuego y ardor, competitivo y audaz, luego los zootecnistas le dieron una forma más hermosa y armónica, tras años de años de fracasos y algunos éxitos, y para suerte de nosotros logran crear un Guante, un Angamos, un Batro, un Cristal, un Enchufe, un Quebrado.
El amor a su tierra huasa y espíritu competitivo, los hace admirar y descubrir las bondades del caballo puro en el deporte del rodeo, y lo cuidan como “hueso de santo”, y ya por el año 1955 prohíben correr en caballos que no sean inscritos, luego de grandes desavenencias y más de alguna enemistad, con los que no le daban ninguna importancia al tema solo querían “correr y correr”, la pureza no era su preocupación.
Paso el tiempo y por los años 1970 en adelante el caballo chileno cruzó las fronteras y llego a Argentina, Brasil u Uruguay, con el éxito funcional que todos conocen.
El gran laboratorio zootécnico y funcional fue el “rodeo chileno”.
El huaso, sus vestimentas y costumbres no sobrevivirían en forma masiva sino es por la existencia del rodeo, las vivencias del campo chileno quizás tampoco. Dejo estos pensamientos para que cada cual los analice, vaya el fondo de su corazón y decida.
El rodeo a través de su historia ha pasado por innumerables dificultades que hacían dudar de su continuidad, pero siempre “corazones grandes” lo han mantenido vigente, las tradiciones y su legado a futuras generaciones valen todo sacrificio.
El rodeo en “caballo chileno” nació y debe perdurar por siempre, no tengamos temor de confirmarlo, la vida es más larga que los tiempos que vivimos, Roma se quemó muchas veces y aún está plenamente vigente.